Cuando a una persona le duele algo, el acto reflejo más natural que hacemos, es poner la mano sobre la zona para ofrecer alivio.

El masaje y sus diversos campos de acción, es una técnica que el ser humano lleva empleando desde hace miles de años, prácticamente en todas las culturas, como parte del cuidado del cuerpo.

Fue en la antigua Grecia donde empezó a perfilarse como un método terapéutico; desde entonces ha evolucionado muchísimo, revelándose como lo que hoy se conoce con el nombre de Fisioterapia.

De forma natural asociamos fisioterapia a masaje, y es que las manos son la herramienta indiscutible de esta disciplina, pero no la única. Es el arte y la ciencia del tratamiento físico, y el uso de estimulación eléctrica, de frío, calor, luz, o elementos como agujas y vendas adhesivas, forman parte del repertorio con el que se trata distintos síntomas musculares y articulares.

El fisioterapeuta posee un profundo conocimiento anatómico y fisiológico del organismo, ya que es un profesional sanitario con capacidad para hacer un diagnóstico, a menudo complementario a especialidades médicas. Pero además, contempla al paciente desde otros ángulos, integrando su aspecto emocional, social y todo lo que le influye tanto interna (alimentación, enfermedades específicas…)  como externamente (hábitos posturales, lesiones, clima…), para poder diseñar un tratamiento adaptado a las necesidades particulares de cada uno.

¿Pero cuándo acudimos realmente al fisio?

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Tendemos a pedir cita cuando el dolor es insoportable, cuando ya hemos perdido movilidad y el trastorno se exterioriza con severidad; en definitiva, cuando ya no podemos más.

Sentir dolor afecta al humor, a las relaciones personales, nos condiciona en el trabajo y altera considerablemente la calidad de vida.

Toda dolencia física tiene un origen y detectarlo es fundamental para aplicar el procedimiento adecuado. A través de las distintas técnicas y tratamientos que contempla la Fisioterapia (Masaje, Osteopatía, etc…) se recuperan, readaptan las funciones físicas, el movimiento, se hace un trabajo de reeducación postural, pero sobre todo se previene llegar a un mal mayor. Entonces ¿por qué se llega siempre al extremo para empezar tratamiento?

Parece una cuestión cultural, en España, ir a darse un masaje, se ha visto hasta hace muy poco como un lujo y no como una práctica complementaria saludable.

Es necesario cambiar el enfoque y empezar a integrar la importancia de la prevención por encima del síntoma. Igual que tomamos vitamina C para reforzar las defensas, hacemos deporte para mantener el corazón fuerte, o usamos protector solar para no quemarnos en verano, ir al fisio cada cierto tiempo, cuando empieza a haber indicios de tensión muscular, o molestias, debería convertirse en parte de nuestras pautas básicas de salud.

En la era del estrés, parece más necesario aún servirse de esta terapia global para equilibrar esos terribles dolores de espalda, las continuas molestias en el cuello, la sobrecarga muscular, todo ello reflejo incuestionable de lo que nos agobia mental y emocionalmente.

Nuestro consejo es: No esperes a sentirte mal de verdad.

Ir al fisio al menos una vez cada trimestre del año, te ayudará a estar bien en todos los sentidos, mejorando la calidad del sueño, tu relación con las actividades deportivas, la postura y a disfrutar de todo lo que haces con más conciencia y una relación con tu cuerpo sana y armónica.

 

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